Invento páginas, invento colores. Hoy es jueves por la tarde y llueve. Repaso mis letras y al mismo tiempo acaricio tu esencia. Si es posible.
Conversamos.
Me miras y ríes; te fascina mi rostro medio infantil y compungido. Ahí me siento un poco más vivo que de costumbre. Es lo que me gusta de ti, sé que es egoísta, pero me lo permito.
No tengo que decirte que eres preciosa. No tengo que mentirte para esconder mi cariño un poco inexplicable. Hasta ellos se dan cuenta de todo, pero lo disimulas. Un pequeño juego cómplice que no lleva a ningún lugar. Pero cómo me gusta llegar a ningún lugar.
¿Qué es el amor? Sólo otro juego, esperanza, una mezcla de espíritus, cariño, entrega, deseo. No sé. Siempre imagino lo que dirás a continuación, sin embargo mi futuro es incierto. Eso también me gusta de ti. Que juntos casi podríamos ser nosotros. Que no tenga la más mínima idea de que pasaría si.... En fin. Sigo envuelto en ensoñaciones románticas que quieren pero no se convencen.
De pronto un impulso me obliga a detenerme bajo la lluvia. Seguimos conversando. Siento muchas cosas. Me gusta ponerme nervioso al estar cerca tuyo. El otoño y su onda nostálgica. Soy bastante abrazable, por si acaso. En serio, no es talla.
A veces una ráfaga de tinta inunda los cuerpos. Impulsa a escribir, a desahogar. A mi me gustas tú. Todo. Tu risa, tu figura, tus ojos, bueno, no tus ojos: el color de tus ojos (los ojos siempre me han parecido unas pelotas feas) y aquello que me transmites cuando te hablo. Cuando me atrevo.
Sí, soy cabro chico. Pero así es la vida. Esto es lo que consigues cuando afuera llueve y yo echo de menos esa verguenza adolescente de mirarte sin que me mires.
Invento un paseo por la plaza, y luego vuelvo a mi habitación. Chau, que te vaya bien. Tengo que estudiar. Gracias por la compañía.