30-10-07

La deleznable Inmensidad de un Instante

Aquella fría tarde de Agosto, Juan Pablo se recostaba sobre el último asiento que la santiaguina Línea 5 del transporte público le obsequiaba. Los segundos se perdían junto a él en el insondable paisaje cordillerano. Pensaba. Reparó en su viaje, en aquél tren anónimo, en aquella anónima ciudad. Observó impávido el eterno desplazar de las multitudes; se vio avanzar silencioso, desde un auto, una micro, una humilde bicicleta ; caminó cien veces por la acera. Casi sin darse cuenta, le desnudó una mirada, una deletérea insinuación. Qué grande es el universo y qué ínfimos somos nosotros. De pronto, alarmado, gritó:

–¡Cresta, se me olvidaron los güantes!


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