23-11-08

De los sueños; la Alameda.



Y, entonces, se largó a llorar. Arrodillado, rodeado de todos y de nadie, lloró como siempre había querido; como sólo algunos sabían hacerlo. Lloró desconsolado y maltrecho. Lloró con rabia, con dolor, con orgullo, con fuerza y con silencio. Lloró como el obrero, como el idealista. Como el poeta y como el sistema. Como el dictador enamorado de sus miedos, como el perro que le ladra a la nada y a la niebla. Lloró. Arqueó su rostro en una mueca inenarrable, y completamente rendido, sintió cómo sus pupilas dilatadas comenzaron lentamente a nublarse.

Bajó la cabeza. Imaginaba la gente a su alrededor.

Los segundos comenzaron a fundirse en horas, las horas en minutos, y los minutos en instantes. El acuarela de su entorno comenzó a expandirse y difuminarse, a confundir líneas y detalles, a tonalizar todo paulatinamente de un color intenso, multiforme y melancólico; a ver cómo las gotas de sangre fueron poco a poco convirtiendo el lienzo en un desastre.

Gemía.

El ceño fruncido hendía en su frente una punzada de dolor gélido y constante. Los nudillos cayeron rendidos. Estaba cansado. Harto. Enfermo. El sudor le parecía una jugarreta del destino.

Se levantó.

Sus ropas, ajenas e incómodas, quedaron sentenciadas al cemento. Avanzó completamente desnudo por la Alameda. Hubiera deseado un poco de esperanza. Al menos un detalle. Quizá un poco menos de recuerdos.

Sin darse cuenta se encontró ante un espejo. Vislumbró su rostro curtido, sus ojos inertes, su torso blanquecino e impávido. Vio a sus amigos, a su familia, al amor de su vida. Los maldijo a todos. Uno por uno. Luego sintió deseos de abrazarlos.

Palideció aún más.

Recordó sus sueños, sus pequeñas quimeras olvidadas. Los gobiernos fallidos, y las democracias sin nombre. Acarició sus brazos mortecinos y sintió compasión de sí mismo.

Sin quererlo la vio caminar distraída, sonriendo levemente, cabizbaja y jugueteando con su pelo castaño y fugaz. Con su estampa delicada y su mirada trágica. La conoció, la supo, la realizó. Volvió a saber que era el único que realmente la había comprendido, que no había nadie más en el mundo que hubiera descifrado como él la llama azul y traviesa de sus labios. La quiso. Sabía que le hacía mal, pero la quiso. Escuchó atormentado su voz quebradiza, madura y sutil. Esa voz de mierda que era tan de todas como de ella al mismo tiempo. Esa voz fina, breve y utópica. Esa voz asquerosa que no hacía más que revelar la repugnante frivolidad de todo y de todos. La vio y la amó. Sabiendo que era mentira, la amó. Sabiendo que era mentira... la amó.

Bajó la vista y miró sus manos. Ya no quedaba casi nada. Apenas el silbido insondable del abatimiento. Sintió asco. Odiaba sentirse cobarde, le indignaba rozar su intrascendencia. Oprimía peligrosamente sus sienes, casi como si de esa forma pudiera contener la fuerza tórrida y abrumadora que le desbordaba desde sus entrañas. Casi como si apagando la vista pudiese acallar por fin el orgasmo brutal de lo inevitable.

Finalmente, en un suspiro desgarrador e imperceptible, acabó con todo aquello que pudiera recordarle una ilusión.

Secó su frente. Vendó sus yagas. Respiró. Aceptó sus dedos quebrados, su pecho herido, su espalda macerada y sus yugos inventados. Respiró y sostuvo aquél deletéreo encuentro por un par de segundos. Más alla de una cálida sensación de amargura, siguió adelante. Se tranquilizó y notó que un dejo de realidad cubría ahora cada uno de los matices de su existencia. Algo hacía que las cosas lucieran mucho más nítidas, claras, lúcidas. Comenzó a gustarle. "Caminar sobrio y pausado". Buscó sus pies; no había nada bajo ni sobre ellos. Tampoco distinguió sus muslos, su cadera, ni mucho menos un torso que le sostuviera. Miró en todas direcciones, pero la gente continuaba su viaje impertérrito y apresurado. Siguió buscando.Un montón de bolsos, abrigos, zapatos y maletines. Rió. Un semáforo en verde. Pavimento, construcciones, bocinas, un estornudo. Intentó una vez más.Gente. Más gente. Los sonidos y la gente. Un pedacito de aliento y, entonces, la gente.

1 Comentário:

xupi42@gmail.com dijo...

desde lo más profundo de un corazón, asi es la lírica manrikeciana ;)


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