13-07-09

“Bajo Hielo”: El calor de una buena dosis de veneno.

Pablo Nadie (Daniel Muñoz), un ejecutivo carismático y afable, tiene un curioso pasatiempo: gusta atrasar lo más posible los vuelos que toma. Disfruta intensamente el sonido de su nombre por los altoparlantes de cada aeropuerto, goza cada vez que sólo su ticket falta para que el avión pueda despegar. Espera hasta último instante, y luego, con una presteza sorprendente, aborda. Por un segundo, Pablo Nadie existe. Por un segundo, Pablo Nadie importa.

Esta es una de las tantas -buenas- metáforas que plantea “Bajo Hielo”, el notable montaje que Heidrun Brier (esposa de Muñoz, y responsable, entre otras, de grandes aciertos teatrales como “Filóctetes”, el año pasado) ensambla basada en la obra del alemán Falk Richter. Porque “Bajo Hielo”, centrada en la vacuidad del mundo empresarial, habla de todo y de nada, con una sutileza y una fuerza conmovedoras.

¿Cuál es el fin de nuestros oficios? ¿Realmente trasciende lo que hacemos? Si trabajamos para un sistema frío, automático e implacable, ¿soy en serio importante, o me desecharán apenas noten que mi vida útil ha expirado? Éstas son las preguntas que rondan cada instante del texto, las que son respondidas a cabalidad por el excelente elenco conformado además por Néstor Cantillana, Gonzalo Muñoz y el prometedor Benjamín Velásquez.

Tenemos entonces una historia mínima -la del ejecutivo solitario y su triste intento por sobrevivir- , matizada por las pinceladas de mordacidad e ironía que aportan sus compañeros, dos miembros ejemplares del stablishment, especialistas en marketing, publishment, y un sinfín de siglas más, que, rozando el absurdo, “venden” el decálogo primordial de un asesor ideal. Se trata de un diálogo de sordos, una sucesión de monólogos donde los personajes aparentan escucharse, pero nada más buscan el silencio para romperlo nuevamente con sus propias historias. Tal como nosotros.

La crítica social es explícita y vehemente, pero jamás cae en la obviedad o en la redundancia, pues son las mismas vivencias de los protagonistas las que enrostran la crueldad del sistema. Percibimos el discurso (claro, ácido, genial), pero no nos entregan la totalidad en bandeja. Muchas veces, incluso, la densidad o la enorme extensión de ciertos textos, “hablan” además desde la forma, entregando un nivel más en la transmisión de su mensaje.

Gran mérito pertenece, por otro lado, a la puesta en escena pues los asientos están dispuestos en toda la extensión de la sala, y los actores trasladan la acción delante, atrás o al lado del público. Esto contribuye a la sensación de estar inmersos en la misma dinámica, remarcando y recordando nuestra participación en ese círculo vicioso que la misma obra deliberadamente ataca.

“Bajo Hielo” es una muy buena obra de teatro. Contemporánea, profunda y tan cínica como humana, alega desde muchos ámbitos. Utilizando con éxito elementos audiovisuales, manejando los tiempos con seguridad y elegancia, apropiándose e interviniendo los espacios con presteza e innovación, en el drama personal de Pablo Nadie se encuentran muchas historias, coinciden quizá demasiadas experiencias.

Será que estamos todos tan solos como su protagonista, o será que de una u otra forma nos negamos a aceptar el impávido invierno que nos asifixia lo creamos nosotros mismos.

Sea cual sea la verdad, tenemos aquí un estupendo espejo que ayuda bastante a esclarecerla. En serio. Muy Recomendable.


Cuándo: Hasta el 10 de agosto. Jueves, viernes y sábados a las 21:00 horas.
Dónde: Goethe-Institut. Esmeralda 650, Santiago Centro. Metro Bellas Artes
Cuánto: Entrada General: $5.000; estudiantes y tercera edad: $3.000; jueves populares a $2.000.

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